ABEL



En realidad se llamaba Luciano, pero su madre apareció varios días después y para entonces ya una cuidadora le había colocado el nombre de Abel y así lo llamaban. Era hermoso, no lo comprendí de inmediato pero en verdad era muy hermoso. Era un gran maestro, en poco tiempo cambió mi concepto de belleza (que databa de muchos años), también cambió mi concepto de valentía y me mostró el significado de sobrevivencia. -No tengas miedo- me dijo un día, yo sonreí, no supe que responder. No me dijo nada más. Hasta entonces yo pensaba que él era de aquí. Su madre decía: -Él ya está bien, yo tengo que atender mis negocios- y se iba, y él se quedaba ahí, solo con su hermosura, con su valentía, con su sobrevivencia, y otros se iban, pero él seguía allí, de vez en cuando me decía: ¡tranquila!, no tengas miedo- y sonreía. Pasaron muchos, muchos días y de repente, inesperadamente y para sorpresa de todos, su madre se olvidó de sus negocios y se quedó con él y se volvió la más abnegada de todas, entonces él sonrió y dijo: -Ella ya está bien, yo tengo que atender los negocios de mi Padre- acto seguido extendió sus alas. Fue la primera vez que vi a un ángel volar.

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