ABRAHAM



Hablar de Abraham es hablar de silencio, él es el ser más discreto que he conocido, pero también el más atento, su presencia era casi imperceptible y su temperamento pacífico. A él le habían augurado la muerte desde antes de su nacimiento pero él nunca se lo creyó y logró salir. En una ocasión me confesó su secreto y yo lo asumí como propio: “no escuches, compórtate como si escucharas pero no escuches nada, porque todo lo que te dicen sólo será verdad si tú lo crees. A medida que te hablen tú solo piensa en lo que deseas desde el fondo de tu corazón y al final no preguntes nada, porque ellos no tienen respuestas, no las que tú necesitas…” Abraham no tiene idea de cuánto bien me hizo su consejo, así como yo tampoco tenía idea de cuánto lo necesitaba. Esas palabras fueron salvíficas. Fueron palabras de Dios.

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