BETSI



“Buenos días, sólo se permite la entrada a los que están autorizados, deben quitarse cualquier prenda que tengan en las manos y en el cuello, deben recogerse muy bien el cabello, antes de entrar retírense el exceso de maquillaje, no se permite el uso del teléfono móvil bajo ninguna circunstancia, está terminantemente prohibido tomar fotos, deben lavarse muy bien las manos con agua y jabón, para eso deben traer su jabón, quien no lo traiga no entra, deben usar antibacterial, deben colocarse la vestimenta especificada para entrar, quien no la tenga no entra, deben traer material de limpieza para acondicionar su área, deben traer material de higiene personal, deben traer los insumos básicos necesarios, deben traer los insumos específicos que cada uno requiere, deben traer los insumos necesarios para cumplir nuestro trabajo, deben dirigirse a la dirección y presionar para que arreglen el aire, regularicen el fluido eléctrico y se recuerden de que no nos deben cortar el agua, deben procurar llegar temprano para que nos ayuden con el inicio de cada jornada ya que somos pocos y el trabajo es mucho, deben traer los implementos necesarios para ello, deben traer su alimento y el envase para dispensarlo… ¡ay señores! No crean que es fácil repetir esto todos los días pero queda de ustedes procurarse su sobrevivencia. Deben traer todo, deben hacer todo, aquí solo hay la buena voluntad de algunas de las que todavía no nos hemos ido y ustedes con su fe y su esperanza. Nada más señores. Nada más. Recuerden que tienen solo media hora. Por favor, les agradezco que salgan en el tiempo acordado por su propia voluntad. Buenos días” Luego de su repetido pero necesario discurso Betsi se retiraba un poco y observaba desde lejos el comportamiento de todos, era abnegada y muy profesional y muy humana, y sensible y paciente y risueña, también era obstinada y a veces malhumorada. Ahí estaba siempre, cada vez que tenía oportunidad me alentaba, también me aconsejaba, me enseñó de modo personal como ahorrar mucho reutilizando materiales para proveerme de algunos insumos que eran necesarios, Betsi amaba su trabajo y creo que me tomó cariño y creo que yo a ella también. Betsi era tan víctima como yo de aquel infierno pero ella lo amaba, lo amaba mucho y hacía que uno también sintiera un poquito de amor por aquel lugar, pero estaba sola, ella con su lucha diaria y su discurso diario y su paciencia diaria. Betsi era un arcángel. Me pregunto ¿qué será de ella? Me pregunto si me recordará como yo a ella. Tal vez no tenga idea de lo que significó en mi historia. A esta hora, si no se ha ido, debe estar de pie, con la frente erguida y con voz firme frente a la puerta de entrada de ese, su lugar, diciendo: “Buenos días, solo se permite la entrada a los que están autorizados…” Felices los que son como Betsi, a ellos están dedicadas las más hermosas promesas de la Biblia.

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