LOS DE AFUERA



Desde afuera todo se ve distorsionado y uno cree que puede ver bien, pero no es así, lo comprendes cuando estás adentro, desde allí se puede ver con una claridad incomparable y es sorprendente descubrir que los que veías más cerca estaban en realidad más lejos y muchos de los que apreciabas más lejanos estaban allí: cerquita, pendientes, atentos y dispuestos; y aquellos cuya existencia ni siquiera habías notado nunca resultan ser a los que más les importa tu existencia; las voces que más tienes grabadas en tu memoria de tanto escucharlas de pronto se apagan y sólo escuchas aquellas que te parecen extrañas, que aunque tal vez siempre habían estado allí, nunca antes te habías detenido a escucharlas. Adentro te descubres solo de los que siempre te acompañan y entonces puedes distinguir y tus pupilas se dilatan al máximo y la oscuridad no se percibe y la luz es clara y profunda. Yo no me puedo quejar, tal vez porque afuera casi siempre estaba sola y me creía sola, allí dentro vi tanta gente y escuché tantas voces que no tuve tiempo para sentirme desprotegida. Mi compañera más amada, la soledad, no tuvo lugar, los de afuera no le dieron lugar y eso nos dio la victoria. Los de afuera con sus palabras, su discreción, su apoyo, sus acciones, sus oraciones, incluso con su silencio (que era un silencio bonito, un silencio de amor y de presencia), los de afuera completaron esta historia y Dios dijo “Amén”.

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