ESTIGMA


Yo me enamoré, sí, fue amor a primera vista: me impresionó su apariencia sencilla, rupestre, lo noté tan cercano que lo creí mío desde el primer momento y sentía que él me correspondía, hice todo lo que había que hacer para conquistarlo y solo aguardaba su respuesta, se hizo esperar como ninguno; yo, a fin de no parecer desesperada, procuraba concentrarme en otras cosas, preguntar por él con desdén, como quien solo tiene tantito de curiosidad y hacía un esfuerzo casi cósmico (porque el interés de una persona enamorada es lo más difícil de disimular en el cosmos).

Mientras tanto cosas místicas pasaban a mi alrededor: postergaban cuanto proyecto me involucraba y cuando finalmente se daba no podía entrar al lugar, olvidaban revisar la agenda del día (justo ese día), se nublaba el cielo, nevaba en los médanos, serpientes legendarias movían su cola y estremecían la tierra y todo apuntaba a que la causa de aquello tenía que ver conmigo, y yo, a punto de un ataque de súbita culpabilidad empecé a preguntar por baños y pociones que pudieran curarme de aquel estigma que se abalanzaba velozmente sobre mí...

En eso llegó el día de la respuesta: ¡NO! Ni como conocida me interesas, no llegas a la categoría mínima que requiere mi nivel de exigencia, no cubres ni remotamente mis expectativas, ¡no! Ni pensarlo, no puedo negar que ha sido muy difícil mi decisión, pero tú ni de casualidad figuraste en ella...

Ha sido el despecho más hondo y agudo de mi vida: un día llorando, dos con dolor de cabeza y al cuarto me invitaron a la boda: "me complacería mucho contar con tu presencia" me dijeron. "Allí estaré sin falta" respondí. Siguieron dos días más y al séptimo era el evento: yo estaba nerviosa, no sabía si asistir o no, quería, pero y si luego todos me veían con lástima, eso no podía permitirlo, y si se daban cuenta de mi despecho, y si alguno de los que me conocían comentaba en voz alta sobre mí citándome como ejemplo de lo que no se debe hacer, y si no se nota mi felicidad por la felicidad del otro (porque eso sí: con todo y mi despecho me sentía muy feliz por mi rival) y si la invitación fue solo un gesto de cortesía y en realidad no aguardaban mi presencia...

Cuando volví de esos pensamientos estaba frente al local y frente al local estaban todos: testigos, juez, el prometido y el elegido. Todos. "llegaste tarde" dijo un testigo, sentí vergüenza, luego el elegido repuso: "tranquila, no llegaste tarde, no hubo nada, no hay nada, otro día será..." sentí asombro: ¿Qué pasó? Pregunté. "No puede hacerse nada" explicó el juez: "porque no hay luz, no hay gente, no hay espacio, olvidé revisar la agenda, se nubló el cielo, nevó en los médanos y una serpiente legendaria movió su cola y estremeció la tierra..." Miré al prometido en manos del elegido, sentí un gran alivio y no pude contener una carcajada y la más ferviente expresión de alegría: él no era mío porque no era yo la del estigma.

Al final entramos, se hizo formal la entrega y todos fuimos felices para siempre.

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