LUMINISCENCIA



Escuchó mi súplica y dijo "haya luz" y yo vi que la luz era buena.

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Se limpiaron mis blancos y se fortalecieron mis negros. Se definieron mis grises y pude ver otras gamas.

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Levanté la cabeza y descubrí que los grises estaban a mis pies. Los amé con el amor del perdón y avancé para vivir nuevos colores.

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Quiero dedicarte un poema azul marino, con olor a café calentito y a hierba recién cortada.
Voy a escribirlo en tu espalda con el canto de mis labios entre los tuyos, quedará tatuado y le pondré mi firma para que quien se acerque sepa que es mía toda tu poesía y todo tu azul marino y tu olor a café calentito y a hierba recién cortada.

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Tienes un corazón de hierba buena, orégano y caña de azúcar, por eso tus besos, siempre cálidos, son el más rico té para mi alma.

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Mis ángeles de la guarda son visibles, silentes, pacientes, amables, a veces duros, siempre alertas, nunca los he visto descansar de su tarea. Mis hijos los llaman abuelos.

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Había una vez tres ángeles, uno inocente, curioso y con mucha fortaleza; otro hermoso, sensible y de gran corazón y el tercero era purita  luz. Dios los envió a un mismo lugar. Desde entonces no he dejado de dar GRACIAS.

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Creo en la existencia maravillosa de Dios,
creo en el poder de la palabra,
creo en la magia de la fe,
creo en la energía,
creo que no se puede amar solo la luz sin aceptar la sombra que hay en ella,  creo en la belleza, en el tiempo, en el arte, en la felicidad, en el amor y en todas las sombras que implican esas luces,
creo que la gente cambia porque es natural cambiar,
creo que la gente que cree que no cambia no tiene conciencia de sí misma.
Creo que debo perdonar a mucha gente que hace tiempo no existe porque  ha cambiado.
Creo que no es mucha gente en realidad, soy solo yo en distintos tiempos.
Ahora existo.
Soy.
Me perdono.
Creo en mí.

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