TROZOS DISPERSOS

 En esta lucha solitaria contra el viento llevo la piel maltratada de tanto ir contracorriente, cuesta arriba. Las voces miles que me convidan a ser parte de un circo  aleatorio que cambia de escena como en un sueño, esas voces que creo que quedaron indigentes  y se valieron de mi silencio para habitar, sin permiso, como inquilinos detestables, mi casa y me hicieron creer que era yo la extraña, quedan poco a poco cada vez más lejos,  y poco a poco voy reconociendo mi propia voz y la de otros que habitan su propia ribera. Ya no me estorba mi propia voz, ni la de otros que habitan su propia ribera. Desoigo a algunos, a la mayoría, porque se parecen a las voces del circo y me provocan aversión, pero me refugio en la tranquilidad de que no son invasores y puedo ignorarlos.


Voy creyendo en otras luchas, menos efímeras; en otras conquistas, más visibles; voy pensando que es posible, porque siento que llevo ventaja en mi propia lucha, y voy creyendo en el feminismo, en la diversidad, en la liberación y la dignidad de los pueblos, y voy descreyendo y voy dudando de las ofertas de éxito, de las frases de coaching  life expertos en marketing y en sonrisas sospechosas que hablan más de finanzas (sus finanzas) que de pieles maltratadas,  y voy leyendo los espacios en blanco y comprendiendo las lecciones de Mafalda que tanto me habló cuando era niña, voy creyendo en otras luchas, aun desde la periferia, desde el silencio que trata de entender y desentramar  el ruido  al que no está acostumbrado.


En esta lucha solitaria contra el viento ya no estoy sola, voy encontrando trozos dispersos de respuestas varias y los voy armando de a poco, sin prisa, todos los trozos son azules, diferentes, vivos y van completando mi cielo y la finitud, que parece interminable  me da seguridad y esta extraña sensación de ser diferente me da la bienvenida a mi propio hogar.

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